Debe ser por la comida, delicadamente sabrosa y refinada. O por los vinos, detrás de los cuales peregrinan enólogos del mundo entero. Tal vez por su apasionante variedad geográfica, rica en montañas, campos de flores, playas. O de repente es por su riquísimo y preservado legado cultural y arquitectónico – venga él del período galo-romano, medieval o renacentista. La explicación puede estar en la maravilla que es París.
En fin, debe ser por algunos de esos motivos, o mejor, por la combinación de todos, que datos de la Organización Mundial de Turismo revelan que cada año Francia recibe en promedio 76,8 millones de turistas extranjeros.
Se trata de un número 20% mayor que la propia población francesa, haciendo del mayor país de Europa Occidental el más visitado del planeta. Esas estadísticas impresionantes avalan la fama de Francia de campeón de los deseos de los viajeros y se combinan con el notorio orgullo francés de saber grandioso, importante eterno, una nación que conquistó y dejó su influencia en buena parte del mundo y que no se cansa de atraer admiradores con su encanto, refinamiento y belleza.
Los itinerarios son muchos y diversos, visitando la glamorosa Riviera, al sur, o los históricos litorales de Normandía y Bretaña, en el Atlántico – con las playas del Día D y el poderoso Monte Saint-Michel.
En el noreste están los parráis y las catedrales de la región de Champagne, mientras que a lo largo del valle del río Loire se encuentran bellos castillos, como Villandry, Chambord y Amboise.
En Lyon se quedará frente a frente con las maravillas creadas por algunos de los mejores chefs del país, en Aix-en-Provence se perderá entre campos de lavanda, mientras que en Chartres usted verá una de las más perfectas catedrales gótica de Europa.
En Chamonix están algunas de las más encantadoras pistas de esquí del planeta y en Versalles está el palacio real definitivo.
Son tantos los escenarios, sabores y colores que la más importante competición deportiva del calendario francés se llama Tour de France, una carrera en bicicleta que recorre el país de norte a sur, pasando por pasos alpinos y campos floridos, siempre terminando en la parisiense Campos -Elysées, a los pies del Arco del Triunfo.
Pocos destinos se comparan a Francia en términos gastronómicos. Aquí se come muy bien y eso no significa gastar mucho dinero.
A pesar de ser la tierra de las guías Michelin y de chefs protagonizados como Paul Bocuse, Alain Ducasse y la familia Troisgrois – eso por no hablar de una de las más poderosas escuelas gastronómicas del planeta – buena parte de los bistrós, cafés y restaurantes del país ofrece excelentes platos a precios asequibles.
Sugerencia de itinerario: si tiene sólo una semana en Francia, pase al menos cinco días en París y sus alrededores y luego paseando por el Valle del Loira.
